jueves, 25 de septiembre de 2014

Día 235: Violín.


La luna llena se elevaba sobre el rio, generando un duplicado tembloroso y ondulante en la superficie, un coro melancólico de ranas croaba en la orilla mientras las luciérnagas replicaban el cielo estrellado volando junto al reflejo de la luna. Una melodía dulce se extendía por la ciudad, como un aroma con base de alcohol hacía arder la vista de todos aquellos que la percibían.
Una jauría de perros callejeros aullaban a la noche mientras la melodía tomaba fuerza; grupos de gatos se apoderaron de los tejados, esperando la canción como agua fresca. Era aguda, rápida y fina; subía varias octavas antes de bajar en un avalancha de notas; era sencillo imaginar aquel instrumento como un prisma que separaba el sonido y dejaba ver su diferentes tonos y matices. Las notas flotaban densas, lisiando el aire como un vapor tibio y dulce que se extendía por los edificios, sacando a las personas de sus casas para determinar el origen de tan exquisita pieza.
Una multitud que crecía rápidamente se desplazaba por las calles en busca del epicentro de tal maravilla, a medida que el sonido crecía, el ambiente se lisiaba aun mas, el aire se tornaba denso y resbaloso; un calor que bajaba desde los cielos hacia que los cuerpos se tornaran sudorosos y fríos. Un grupo de polillas atravesaban el lugar con un lento vibrar de sus alar que parecía seguir el ritmo de la música.

Sobre un edificio lleno de grafitis, con las puertas oxidadas y las ventanas rotas; en lo alto de la terraza y a contra luz, con la silueta resalta por la gran luna estática en el cielo, una joven de manos delicadas y nariz fina, lamentaba la ruptura de su arco tocando el violín con una cuchilla de afeitar. 

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