La corte real estaba celebrando: las doncellas bailaban, los músicos
tocaban animados instrumentos traídos especialmente desde tierras extranjeras
para el deleite del rey. Los súbditos aplaudían al compás de la música,
mientras una inmensa hoguera elevaba sus llamaradas hasta el cielo como un
pequeño sol que centelleaba en medio de la noche.
La comida no escaseaba aquella noche, desde grandes cerdos cocidos en su
propio jugo, ensartados en troncos de gruesa madera, hasta aves de todo tipo en
exóticas salsa dulces y con los rellenos más suaves y jugosos jamás probados en
el reino. El vino rebosaba todas las copas mientras garrafas tras garrafa
abandonaba el almacén para ser servida.
No era una boda, ni un compromiso, el reino celebraba la muerte del dragón
que habitaba el pico oscuro, justo al norte de la ciudad; finalmente habían terminado
años de sacrificios, temor y muerte que habían azotado a la humilde población.
Un caballero llegado desde las tierras del sur había cazado al dragón en su
guarida y había traído uno de sus ojos como muestra de la tarea finalizada.
La noche transcurría con calma mientras las personas celebraban y reían,
pero sólo el gigante del sur había notado que el viento paró de soplar y que la
fogata en el patio del castillo se había ido elevando paulatinamente desde el
inicio de la noche, el canto de los grillos había cesado y la luna creciente había
cambiado repentinamente a menguante.
Entre la multitud un hombre avanzaba lentamente, ocultando su rostro con
un antifaz y un sombrero de ala ancha, el caballero se aleja del rey, mientras
este bebe en compañía de algunas doncellas. Sortea un par de personas que
conversan alegremente sin prestar a tención a su presencia; pero cuando está a
punto de llegar, el extraño se desvanece tras un gurda que se sirve otra copad
e vino.
Un miedo helado le recorre la espalda, así que empuña su espada; un
pequeño grupo de personas a su alrededor lo notan y se alejan murmurando que
tal ves el héroe ha bebido demasiado. El caballero continuó buscando con la
mirada al extraño enmascarado, cuando siente una daga contra su espalda y una
voz al oído que le hace cosquillas.
-Aunque interesante y animosa su fiesta –Dice el extraño tras él –Debo hacer
una reclamación, usted tiene algo mio.
El caballero se gira con rapidez y desenmascara al extraño frente a la
multitud: Es un hombre de rasgos toscos, con unas orejas puntiagudas, unos
labios resecos, una nariz plana y achatada; un mentón tosco y un único ojo
rojo.
El caballero se dispone a cortarle la cabeza al monstruo cuando es
atravesado desde la espalda por la cola del dragón, que se tiñe por un rojo
intenso salpicando a todos los presentes. La cola del dragón hace nudos y se
envuelve alrededor del cuerpo agonizante, y como una gran serpiente lo exprime hasta que la vida del hombre se escapa por
cada poro de su cuerpo.
Un verdadero caos se desata en la fiesta, mientras la hoguera aumenta su
tamaño y temperatura, las personas corren despavoridas, algunas incluso directo
a la fogata tratando de evitar el monstruo. El dragón se aproxima al rey que
tiembla en su viejo trono, y con un gesto delicado toma el ojo reseco que estaba
exhibido sobre una bandeja de oro.
Con sus largas garras lo empuja de regreso a su cuenca, parpadeando un
poco el ojo regresa a la vida mientras la llamarada crece y crece arrasando el
lugar. A la mañana siguiente sólo hay un campo quemado y una gruesa bruma que
cubre el pico oscuro.
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