Ezequiel aceleró a fondo a través de la negra y solida autopista, debía
llegar pronto a la ciudad si quería hacer esa entrevista de trabajo a la mañana
siguiente, si se apresuraba, tal vez hasta alcanzara al dormir un poco. La
motocicleta rugía como un animal enfurecido que ataca a una presa de gran
tamaño.
En algún punto sus ojos empezaron a cerrarse, como si estuvieran tirados
por cadenas, aun así la velocidad no disminuía. El negro perpetuo frente a sí
parecía ser un gran túnel sin horizonte ni paredes, no había luna ni estrellas,
sólo la perpetúa oscuridad rasgada por el faro de la motocicleta.
Una ola de frio se aposentó en su espalda y empezó a crecer hacia su
cuello y orejas, la inconfundible presencia de alguien que lo abrazaba por los
hombros se hizo inminente, la distribución del peso de la moto también cambio,
ahora era mas lenta y pesada: había alguien en el puesto trasero.
Un terror lo hizo encogerse, no se atrevía a voltear, pero por el espejo
retrovisor pudo ver a una mujer con la cabeza calva como una calavera, de ojos
saltones y grueso mentón respirando contra su oreja.
Ezequiel aceleró a fondo a través de la oscuridad mientras el espectro
que se abrazaba a su cuerpo, durante un momento creyó que iba a perder el
control del vehículo a causa del pánico. Adelante la luz de una gasolinera
empezó a extenderse y a menos de quinientos metros, pudo sentir como si la
aparición se cayera de la moto.
Se detuvo en el lugar a tomas
aire y reponerse. Cuando estaba apunto de partir, uno de los empelados le dijo:
-No creo que quiera continuar esta noche, los conductores cuentan
historias muy extrañas sobre esa carretera.
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