jueves, 17 de julio de 2014

Día 167: Antología.


 Es una recopilación de obras notables por algún motivo en particular, de alguien o algo específico.

La razón por la que Henry era un asesino tan exitoso y prometedor, no era su falta de apego hacia otros seres humanos, su débil e inexistente moral que le impedía ser fiel a cualquiera que no fuese él mismo, sus ojos y fríos y rápidos ni mucho menos el revolver que guardaba bajo la almohada. Henry era asesino porque podía hacer una cosa que pocas personas sobre la faz de la tierra saben hacer: Guardar secretos.
Su carácter reservado y casi antipático lo hacían un sujeto que pocas personas querían tratar, no podían evitar sentirse juzgados por el constante silencio exhalado por cada fibra de su ser, por su mirada penetrante y el constante chasquido de sus dedos.
Tal vez fue por eso que su entierro fue uno de los mas concurridos de toda la comarca, aquel misterioso hombre que vivía alejado entre el misterio y el mito en la parte mas alta de la colina tomado como un monje solitario alejado del violento pueblo, suscitaba entre los pobladores una muestra de miedo y respeto que siguieron días después de su muerte.
A pesar de su poca interacción con la sociedad como tal, se le considero un ídolo y un héroe, pues nunca hizo ningún mal a nadie. Fue por esto que se ganó el lugar mas codiciado en el cementerio (si es que eso puede existir)  justo en su centro exacto, rodeado de victimas de la violencia. El cura tenia la esperanza que la paz y la quietud del hombre acompañaran a los atormentados en la otra vida. Era imposible para el cura, el enterrador y el pueblo en general, que a Henry lo estaban enterrando en el epicentro de la antología de su larga carrera como asesino.


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