martes, 29 de julio de 2014

Día 179: Campo.


La gran plantación esta silenciosa e inmóvil, ni una hoja se movía en los campos de caña, sólo el crujido constante de sus botas en el suelo enlodado separaban el paisaje de una pintura.
La creciente crisis económica había empujado a muchos a trabajos mal pagos donde eran sobre explotados. Cortar caña era de las tareas mas básicas y seguras que se podían hacer en la localidad, pero era terriblemente infructuosa; así que buscando una manera de agilizar el proceso Héctor se había reunido con un grupo de compañeros y habían contratado una bruja o adivina.
Esta había hecho unas muñecas con trapo, paja y otros objetos. Después de algunas oraciones les dio la muñecas rellenas de agujas y alfileres y les dio la instrucción de enterrarlos justo en medio del campo. Al terminar de cosechar el terreno debían desenterrarlas, cambiarles el relleno y enterrarlas en el nuevo sector a cosechar.
Con algo de escepticismo Héctor siguió al grupo de veteranos hasta el lugar  indicado, y sembraron allí las muñecas. A la mañana siguiente bajo el sol abrazador, Héctor cortaba los largos tallos con un ritmo lento y pausado, pero no podía evitar sentir que avanzaba muy rápidamente, la cuota estaba casi cumplida a las 10 de la mañana, y el resto sería la paga extra.
A todos les había ido igual, el campo estuvo cosechado para las 5  de la tarde. Sin duda las muñecas eran una gran ayuda, así que esa noche regresaron al campo, las desenterraron y las cubrieron de nuevo en el próximo terreno.
-Esto es grandioso –Decía Héctor mientras caminaban a casa en medio de la noche –No se porque no lo había hecho antes.
Uno de los trabajadores mas antiguos se detuvo y miro a Héctor a los ojos.
-Esas muñecas no comerán agujas y alfileres para siempre, un día notaras que el trabajo fue muy lento, como antes de tener la muñeca. Entonces deberás rellenar la muñeca con monedas y un tiempo después de eso, la muñeca volverá a fallar y deberás darle de comer otra cosa.
-¿Qué otra cosa? –preguntó Héctor con un nudo en el estomago.

-Digamos –Dijo el hombre que guiaba la marcha –Que un día vendremos 6 hombres a desenterrar las muñecas, pero sólo 5 regresaremos a casa.

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