Nuevamente
lo estaba espiando, detrás del árbol, junto a la roca. Él se bañaba, en el lago
junto al árbol, frente a la roca. Era hermoso, imponente, único e igual a su
padre. Era suyo. Lo deseaba, lo
necesitaba con increíble urgencia. “No te le acerques” le decía su padre, pero
ella no le hacía caso.
Llegaba
la parte más inquietante de la hora del baño, la que ella esperaba: cuando el
salía y ella podía ver todo su cuerpo y la tentación que se mecía bajo su
abdomen sin ombligo. Lo siguió de cerca desde el bosque mientras él encontraba
un lugar para secarse al sol; se recostó en una colina con las piernas
abiertas, mientras ella lo miraba desde los arbustos de espinas.
Ella
moría más de mil veces al día de pena; lo deseaba, lo necesitaba, lo quería y
rápida como un relámpago y fuerte con un tornado una idea se aposento en su
cabeza: lo quería dentro de ella. La idea le rondó la cabeza muchos días sin
dejarla dormir, comer o escuchar a su padre; al fin entendía la función del
trozo de carne que colgaba del hombre: era un regalo de su padre para ella.
Una
mañana cuando el dormitaba lejos de la vista de su padre, la idea se desencajó
en una acción. Rápida como la liebre y silenciosa como el búho lo envistió y lo
obligo a encajar en su cuerpo. En ningún momento demostró miedo ni rechazo, él
también sabía que ella era suya y en cuanto ella lo envistió él se apresuró a
entrar en ella.
Jamás
habían sentido el calor de otro cuerpo, y nunca habían experimentado un amor
distinto al de su padre, este era mejor, más cálido, más cercano, más accesible
y más humano. Pero no hay más dicha que ver los sueños rotos de los inmortales
y el miedo en el rostro de los mortales. El padre Todopoderoso los vio, la
degeneración de su creación y la fuerza de un amor más grande que él.
A ella
de hecho, la obligó a despegarse, a sacarlo de su cuerpo y a vagar entre
cuervos a el regreso a ser el montón de polvo y barro que siempre había sido y
desde entonces ella lo busca y él se esparce al viento tratando de encontrarla.
En
cuanto al padre, sólo sé que aun se retuerce de dolor por la pérdida de sus
hijos y se consume en la envidia de un amor más grande que él.
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