¿De que esta hecha una madre? Definitivamente de un material muy
especial, para nada ordinario. Una madre tiene en su centro un gran motor
indetenible, que consume poca energía pero mueve montañas; tienes manos de
paloma que revolotean por los aires en silencio, que acarician con gracia y
tocan de manera sanadora.
Las madres tienen voz de soprano, cantan como canarios y siempre
encuentras, aún en medio del silencio las palabras adecuadas. Tiene brazos
fuertes, que envuelven y protegen; pero a la vez son suaves, permitiendo a sus
seres amados dormir cómodamente entre ellos. Sus piernas son columnas, que
soportan todo el peso de su estructura y gran parte del peso del mundo, son
potentes pistones que las impulsan siempre hacia a delante sin dejarlas retroceder
jamás.
Las madres parecen estar hechas de ilusiones, digo parecen porque muchas
de las ilusiones que las mantienen a flote no son suyas, sino de sus hijos. Están
hechas de música a media noche, de café tibio en las mañanas, de mantas en las
noches de lluvia, de abrazos en las horas de miedo, de lágrimas y valor en los
momentos de angustia.
Tiene el increíble don de prever con certeza el futuro y aún así esperarlo
pacientemente, pueden sanar aun estando rotas, reír en medio del llanto y
sentirse realizadas cuando es sólo el comienzo. Pueden amar a alguien sin
conocerlo y seguirlo amando aun después de conocer sus defectos. Estas hechas de desilusión y
esperanza, de determinación y fatiga.
El verdadero material debe estar forjado al fuego lento y constante del
amor, moldeado con la constancia de las caricias y lustrado con abrazos y besos
infantiles. Pero sea cual sea el material, debe ser mágico, pues tantas
virtudes no provienen de un humano cualquiera.
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