Corría rápido entre las sombras
frías y húmedas de la ciudad, pateando algunos tarros de basura que quedaron de
la última noche. Algunos charcos malolientes y espesos se agitaban bajo el peso
de sus pisadas desesperadas que enmarcaban la carrera en la cual se había
envuelto.
Algunas aves emergían de las cornisas
de los edificios más altos lanzando trinos agudos y breves al aire fresco que
empezaba a calentarse en el horizonte.
Mientras tanto el hombre continuaba corriendo a través de la oscuridad cada vez
más estrecha y diluida. Había sido descuidado con la hora de comer, ya hora
estaba demasiado lleno para escapar de manera rápida: era inevitable.
Cuando terminó de amanecer, y los
rayos de sol cubrieron toda la ciudad, el vampiro se vio reducido a un montón
de cenizas esparcidas por el viento.
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