martes, 11 de noviembre de 2014

Día 281: Frustración.




                                       

Llegar a la conclusión que la vida no es justa no me tomó mucho tiempo, no es algo que desconociera antes de hoy; pero supongo que hay diferentes tipos de injusticas, unas que duelen más que otras. Hay esfuerzos chicos que no nos dejan nada si fracasamos como una raspadura en la rodilla al correr y caernos, perder un examen para el que se estudió la noche anterior o un billete de lotería al que no le acertamos un solo número.

Pero hay otras injusticias que nos desgarran, nos llevan a cuestionarnos si tantos sacrificios valen la pena; si toda la energía que invertimos de verdad puede mover los intricados engranajes que mueven al mundo. A veces –por no decir que casi siempre –todos nuestros esfuerzos son en vano: perder un amigo, la muerte de un sueño, años y años de trabajo que se desvanecen en segundos por fulanos de traje al otro lado del país.

Hay éxitos enormes, que justifican toda la existencia, y otros pequeños que impulsan la vida de sus dueños al menos una semana más. Así mismo hay desastres tan grandes que pueden arruinar todo cuanto una persona había planeado su futuro; algunos se impulsan en estas derrotas consolándose con la esperanza que así la victoria será más dulce, otros se rinden y se entregan a la derrota. Sea cual fuere el caso, el sinsabor de la frustración es inevitable.

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