"Los monstruos no existen"
se repetía Miguel en su cuarto a oscuras, sus padres lo habían castigado
sacando su lámpara del cuarto por dejarla encendida toda la noche. Ya tenia 10
años y consideraban infantil y tonto que aun le tuviera miedo al monstruo bajo
la cama. "Es sólo tu imaginación" decía su madre.
Un ruido viscoso empujo sus zapatos
y una reputación pesada emergió debajo suyo. Miguel se cubrió la cabeza con su
manta mientras repetía "Los monstruos no existen" como si esto
pudiera protegerlo. Pronto la curiosidad pudo mas y asomó su cabeza por un
pequeño orifico para ver a la criatura: un gusano de casi un metro de largo y
era casi el doble de grueso que se arrastraba dejando tras de si un rastro
viscoso mientras se dirigía a la habitación de sus padres
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