domingo, 9 de noviembre de 2014

Día 279: Azul.




Hirviendo en una olla llena de hollín la sustancia oleosa se mecía lentamente rebotando en las paredes del contenedor, creando pequeñas olas que se movían en cámara lento a lo largo de la superficie. El anciano artesano movía la mezcla con una vieja cuchara de madera carcomida por los años y la humedad propia del trabajo.
Afuera, el cielo era un gran lienzo blanco, rebosante de nubes, rasgado ocasionalmente por el vuelo de un pájaro  melancólico. El anciano tomo una cucharada y la dejo escurrir al interior del recipiente: la consistencia era perfecta. Tomó unos viejos harapos sucios, los usó a manera de guantes para sujetar la olla, se asomó al pórtico del taller y lanzó en el contenido hacía el cielo creando una columna despareja que se elevaba contra gravedad.
Así el viejo artesano volvió a pintar el cielo de azul.

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