Las luces de la patrulla se diluían en
la noche mientras la sirena ululaba a los lejos, como un anciano que se queja por
última vez antes de morir. Gustavo se abrazaba al maletín con fuerza mientras
el pecho se le agitaba en respiraciones entrecortadas y un fuerte palpitar que
le subía por el cuello.
Cuando hubo silencio entendió que se
había librado del brazo de la ley, ahora el dinero era suyo. Respiro aliviado
en el oscuro callejón antes de salir, una única farola iluminaba a lo lejos un
charco viscoso que tenía atrapado el reflejo de la luna. Gustavo emergió con
confianza desde las sombras camino a la estación de autobuses iba a salir de la
ciudad y a gastar el dinero robado en algún bar fijo con prostitutas igual de
finas, tal vez comprar un auto o hacer algunas apuestas. Un ruido llamó su atención
y se giró con disimulo: un hombre de sobrero y bufanda gruesa lo seguía.
Gustavo giró en una esquina y corrió
hasta esconderse tras un bote de basura, esperó unos momentos, pero el extraño
no cruzaba ¿A dónde había ido? Los minutos pasaron pero el hombre no apareció.
Gustavo creyó que era una simple broma que le había hecho se cerebro por lo
nervioso que estaba.
Al girarse para continuar su camino
se encontró de frente con el extraño, que aguardaba tras de sí. Era alto, con
una barba fina y unos ojos amarillos que brillaban como oro líquido.
-¿Disfrutaste el dinero, Gustavo? –Se
asustó al escuchar su nombre, el hombre hablaba pausadamente y su voz era dulce
y profunda –porque es hora de pagar.
Gustavo creyó que tal vez se
encontraba con algún testigo que había presenciado el robo a la tienda y ahora
quería una porción del botín para él. Así que desenfundo su arma y le apunto al
estómago.
-Debes estar loco si crees que te
voy a dar una sola moneda de mi trabajo –Gustavo sudaba copiosamente haciendo
que el revolver se le resbalara de las manos. Para su sorpresa el hombre rio de
buena gana.
-A mí no me interesa algo tan común e
inútil como el dinero, yo vengo por algo más valioso, ¿recuerdas? –Gustavo dejó
caer la bolsa mientras trataba de retirarse pero quedó atrapado contra el
contenedor de basura.
-¡¿Quién es usted?! –Gustavo disparó
dos veces al cuerpo del hombre que pareció hacerse humo con cada impacto.
-¿No le recuerdas? Tú y yo hicimos
un trato hace un par de minutos –El hombre se acercó a Gustavo, quien temblaba
descontroladamente –Me prometiste algo si te dejaba “Escapar de la policía y
disfrutar del dinero, al menos por diez minutos” ¿No era eso lo que querías?
El grito agudo de Gustavo se extendió
por la noche, seguido de 4 disparos más y una risa profunda que hizo eco por
toda la ciudad. Dejando tras de sí sólo una maleta llena de dinero y un fuerte
olor a azufre.
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