domingo, 9 de noviembre de 2014

Día 278: Trato.




Las luces de la patrulla se diluían en la noche mientras la sirena ululaba a los lejos, como un anciano que se queja por última vez antes de morir. Gustavo se abrazaba al maletín con fuerza mientras el pecho se le agitaba en respiraciones entrecortadas y un fuerte palpitar que le subía por el cuello.
Cuando hubo silencio entendió que se había librado del brazo de la ley, ahora el dinero era suyo. Respiro aliviado en el oscuro callejón antes de salir, una única farola iluminaba a lo lejos un charco viscoso que tenía atrapado el reflejo de la luna. Gustavo emergió con confianza desde las sombras camino a la estación de autobuses iba a salir de la ciudad y a gastar el dinero robado en algún bar fijo con prostitutas igual de finas, tal vez comprar un auto o hacer algunas apuestas. Un ruido llamó su atención y se giró con disimulo: un hombre de sobrero y bufanda gruesa lo seguía.
Gustavo giró en una esquina y corrió hasta esconderse tras un bote de basura, esperó unos momentos, pero el extraño no cruzaba ¿A dónde había ido? Los minutos pasaron pero el hombre no apareció. Gustavo creyó que era una simple broma que le había hecho se cerebro por lo nervioso que estaba.
Al girarse para continuar su camino se encontró de frente con el extraño, que aguardaba tras de sí. Era alto, con una barba fina y unos ojos amarillos que brillaban como oro líquido.
-¿Disfrutaste el dinero, Gustavo? –Se asustó al escuchar su nombre, el hombre hablaba pausadamente y su voz era dulce y profunda –porque es hora de pagar.
Gustavo creyó que tal vez se encontraba con algún testigo que había presenciado el robo a la tienda y ahora quería una porción del botín para él. Así que desenfundo su arma y le apunto al estómago.
-Debes estar loco si crees que te voy a dar una sola moneda de mi trabajo –Gustavo sudaba copiosamente haciendo que el revolver se le resbalara de las manos. Para su sorpresa el hombre rio de buena gana.
-A mí no me interesa algo tan común e inútil como el dinero, yo vengo por algo más valioso, ¿recuerdas? –Gustavo dejó caer la bolsa mientras trataba de retirarse pero quedó atrapado contra el contenedor de basura.
-¡¿Quién es usted?! –Gustavo disparó dos veces al cuerpo del hombre que pareció hacerse humo con cada impacto.
-¿No le recuerdas? Tú y yo hicimos un trato hace un par de minutos –El hombre se acercó a Gustavo, quien temblaba descontroladamente –Me prometiste algo si te dejaba “Escapar de la policía y disfrutar del dinero, al menos por diez minutos” ¿No era eso lo que querías?
El grito agudo de Gustavo se extendió por la noche, seguido de 4 disparos más y una risa profunda que hizo eco por toda la ciudad. Dejando tras de sí sólo una maleta llena de dinero y un fuerte olor a azufre.

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