-Los humanos son criaturas
despreciables, débiles e ingratas. No debería permitírseles andar por la tierra
como si nada –Akira azotó su mano contra la mesa, estaba furiosa desde que un
grupo de soldados saquearon y quemaron el bosque donde solía meditar.
-Son seres inmaduros, si les
enseñamos y guiamos sus defectos desaparecerán –Vexstacy trataba de calmar la
ira de la diosa, sabía que ella tenía el poder de desatar enfermedades y pestes
entre los humanos –Sólo basta con hablar con ellos.
-¡Por favor! Esos monos calvos
llevan ya 200 años en la tierra y sólo han aprendido a apuñalarse entre ellos –Haía
no tenía ningún motivo en particular para odiar a los humanos, sencillamente no
le agradaban y como todo buen guerrero, cualquier excusa para desenvainar sus
espadas era suficiente.
-A demás intervenir en el mundo
mortal trae problemas, especialmente para los humanos, se vuelven dependientes
e inútiles –Moslam se introdujo en la conversación. Consideraba interesante a
los humanos, pero no más que un breve experimento –Pasan mas tiempo rogando que
trabajando.
-Pero acabar con su raza no nos dará
nada –Vexstacy empezaba a temer sus hermanos decidieran acabar sus “hijos”;
ella los había creado con grandes esperanzas y deseos. Es cierto que no habían
salido como ella quería, pero aun así los amaba –Ya están aquí, hagamos algo
con ellos: eduquémoslos, y hagamos de ellos mejores seres.
Los dioses agitaban sus manos, sus
colas, sus alas y sus armas en una guerra que parecía estar a punto de estallar,
borrando mucho más que la raza humana. Thakros, quien había escuchado la discusión
mientras observaba el mundo humano finalmente se pronunció:
-Es cierto que los humanos son aun
inmaduros y peligrosos. Y también es cierto que nuestra acción directa traerá mas
problemas que beneficios –Los otros guardaron silencio mientras escuchaban al
anciano –Pero los humanos están aquí, son nuestras responsabilidad y debemos
ocuparnos de ellos.
Thakros tomó una montaña con la
palma de su mano y la arrancó de la faz de la tierra. La encerró en sus manos y
empezó a moldearla ante los ojos de sus hermanos. Pronto una criatura de cien
ojos y doscientos brazos empezó a reptar a través de la mano de su creador,
quien la arrojó a la tierra de manera violenta.
-Tu nombre será Lynfha, y serás el
encargado de garantizar que los humanos nunca se acerquen a territorio divino –Thakros
levantó la vista hacía su perpleja familia –Listo, ahora los “monos calvos” no
los molestaran. Están por su cuenta.
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