El
sonido del acordeón se deslizaba melancólico por el aire, mientras lentamente,
alguien dejaba sus manos danzar por un piano. En una melodía tan simple como majestuosa
se envolvía la cafetería, bajo un sol abrazador que freía la tierra bajo los
pies. Desde una pared cercana caía una gota fría que se evaporaba al tocar el
suelo dejando tras de sí una columna de aire que se elevaba lentamente, apenas
visible a contra luz.
La
melodía cambio un poco, se hizo más alegre y las manos danzaron sobre el piano más
rápidamente, un violín se entrometió en la sinfonía como el aire caliente que
llenaba la pequeña cafetería. Algunas conversaciones se llevaban a cabo de manera
discreta, oculta por los rostros casi inexpresivos de los participantes y
delatada por el eco susurrante que se mezclaba con la música de fondo, como si
una multitud canturreara la canción desde la distancia. Así mientras todo se
mecía en la tibia mañana, como agua lista para bullir; ella sólo tenía los
sentidos puestos en el momento en que él atravesara la puerta.
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