miércoles, 26 de noviembre de 2014

Día 296: Río.




Era una gran vena palpitante que se abría paso desde las entrañas de la montaña, delgados casquetes de hielo se formaban en el nacimiento y se diluían lentamente conforme bajaba la corriente. Arremolinado en algunos lugares produciendo un sonido similar al rugido de un león; calmo en otros, como una manta estática que cubría el lecho distorsionado al paso de la luz.
El rio avanzaba rasgando la tierra, creando grietas que la vegetación rodeaba en su sed de vida, creando un leve murmullo que marcaba el compás del canto de las aves que acudían a beber su agua fría y pura.
El rio se abrió pasó centímetro a centímetro, en una incesante marcha hacia el mar, sin importar cuanto le tomara, el rio seguía firme su camino con la esperanza del olor a sal y el horizonte ininterrumpido que se extendía hasta el infinito. A su paso por la gran llanura, el rio se encontró con una conjunto humano, que uso su fuerza, su potencia y su fertilidad para regar sus cultivos, satisfacer a sus bestias y movilizar su maquinaria.
Fue cuestión de tiempo antes que el caudaloso rio se debilitara, perdiera su transparencia y su caudal se redujera a un delgado hilo que se atascaba entre la tierra húmeda. Eventualmente, y tras mucho esfuerzo, el rio pudo cumplir sus sueño: una de sus gotas logró tocar el océano.

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