Cuando una idea se atasca, es como
una espina atrapada en el medio de la nariz, un gran bloque que se aprisiona
estrecho entre los ojos y amenaza con hacerlos saltar fuera de la cara.
Y a veces no sólo se atasca en la
cabeza, suele enterrarse en el pecho, con raíces gruesas y palpables a lo largo
de la línea del esternón, y se siente palpitar más o menos, en el quinto
espacio intercostal. A veces se obstruye un ojo y lo pone borroso, con una
neblina que descose la luz en una mancha húmeda y pegajosa.
Cuando una idea no tiene escapatoria
puede convertirse en un dolor de codo, una oreja caliente, una mancha en el
cuello, una comezón en el labio, el tronido de los dedos o una ceja despeinada.
Sea como fuese, no se puede tener una idea atrapada para siempre, así que a
veces se inserta en una escultura, en una pintura, en una canción o en un texto
de 167 palabras.
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