En el
estrepitoso silencio del mundo molecular, pequeños filamentos de materia apenas
condensada, se hilaban lentamente en humo multicolor que flotaba en el espacio líquido,
reposando sobre pequeños átomos que se asemejaban a las olas del mar.
Guiadas por
lo que parece ser la fuerza del universo comprimiéndose y palpitando hacia el
infinito, constante hasta lo inverosímil. Los pequeños filamentos danzan
lentamente y se unen en complejos patrones millones de veces al día, a lo largo
y ancho del mundo. Entre las múltiples piezas que baila el existir, suelen ocurren
percances, arpegios asincrónicos, notas fuera de ritmo, acordes chuecos que
obligan a un paso extra para continuar la aventura.
Y en ese
momento de la danza, cuando un filamento da una voltereta extra, o de menos y
el resultado en la coreografía de la vida se altera. A veces sin mayores
repercusiones y a veces el baile se trasforma en una masa creciendo al interior
de un cuerpo.
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