Las
paredes se extendías más allá del cielo, rasgándole y perforando a las nubes
que se deshilachaban al contacto con el cemento, estaban forradas con una
gruesa capa de vegetación que impedía escalarlo. El sol se colaba entre las
ramas dándole un extraño tono verdoso al aire, como si todo estuviera
recubierto de un fresco musgo.
Lo
que había detrás de toda aquella muralla era un misterio, todos parecían haber
perdido el interés en ver lo que había del otro lado. Pero Jhan hervía de curiosidad:
se dedicaba a recorrer los límites con la esperanza de encontrar una sección con
la vegetación debilitada y tras 18 meses, la encontró.
Jhan
asomo la cabeza por lo que parecía ser
una verja: del otro lado misteriosas criaturas con el cuerpo recubierto por
extraños materiales de todos los colores y texturas. De piel hinchada y escurrida
que parecía brillar en un aire blanco; caminaban en una posición extraña, como
si su cuerpo estuviese relleno de acero: siempre erectos y con pasos largos.
Jhan
se asustó y regresó a casa lo más rápido que pudo, con la esperanza que las
extrañas criaturas no lo hubieran visto. Definitivamente era mejor permanecer
al interior del cementerio.
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