domingo, 11 de enero de 2015

Día 341: Pijamada.


Los niños corrían por la casa, jugando a los soldados, se disparaba bolitas de papel a través de pitillos, bandas elásticas usando sus dedos como resorteras y haciendo los típicos sonidos con sus labios apretados y resecos de tanto reír.
-Marco, hora de dormir, lleva a tus amigos a la cama –La madre de Marco hablo desde la cocina y se dirigió a su habitación con una charola con emparedados. Los niños cesaron el juego y la siguieron al cuarto –Pueden seguir jugando, pero en silencio, el pare de Marco y yo tenemos muchas cosas que hacer mañana.
Los niños tendieron sus bolsas de dormir en el suelo y comieron mientras contaban chistes y reían por lo bajo, cubriéndose bocas con sus torpes manitas. De apoco la conversación se fue desviando y desviando hasta caer en los cuentos terror, los chicos se acurrucaron y empezaron a contarlas entre susurros y gritos ahogados, pero Marco se veía impávido, cosa que empezó a molestar a sus amigos.
-Bueno si te gustan nuestras historias –Sebastián lo retó –Cuéntanos una tú.
-Sus historias son buenas –Marco negó la con cabeza –Es sólo que yo conozco la más aterradora de todas, por eso las suyas no me dan miedo.
-Si es la más aterradora debes contarla – Los ojos de Rodolfo se iluminaron ante esa sentencia.
-Bueno, pero luego si no pueden dormir no es mi culpa –El pequeño grupo de seis niños se acercó para escuchar mejor –Empieza en una pijamada, todos van donde el niño nuevo que se mudó hace poco al pueblo; al principio todos se divierten, juegan a la guerra con papel y bandas de caucho; luego la mamá del niño les hace emparedados y les dice que deben irse al cuarto. Ellos empiezan a contar historias de miedo hasta que les da sueño y se quedan dormidos; en medio de la noche, unos hombres entran a la habitación y se llevan a los invitados para venderlos en otros países, donde nunca más nadie vuelve a saber de ellos. A la mañana siguiente el niño y sus padres se marchan nuevamente para hacer otra fiesta de pijamas en otra ciudad.
Todos los chicos guardaron silencio, una atmosfera fría se aposentó en el lugar.
-Jajajaja –Marco reía divertido al ver las expresiones de sus amigos –Ya ven porque sus historias no me dan miedo.

Los otros chicos también rieron, contaron unas cuantas historias más y se dispusieron a dormir. Después de la risa de Marco nadie hablo de la historia, todos tenían miedo pero ninguno quería quedar como un cobarde, pronto el sueño los arropo lentamente y algunos se quedaron dormidos, pero Sebastián estaba muy nervioso como para lograrlo. Le pareció escuchar pisadas en el pasillo, así que se giró hacia la puerta, para ver como un grupo de hombres entraba a la habitación. 

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