La tormenta se fue más agresiva de lo esperado, densas nubles ocluyeron el
cielo como una cortina de plomo, el mar se crispó como un tazón agitado,
levantando la pequeña embarcación varios metros en el aire para luego dejarla
caer libremente con la gracia de una roca que ha sido arrojado por un
acantilado. Los tres marineros se aferraban en medio del frio y el miedo
mientras saltaban como rosetas de maíz en medio de la noche, en un acto extraño
y casi planificado, una gran ola empezó a nacer bajo el bote, arrastrándole a
toda velocidad hacia un montículo de tierra que parecía condensarse en medio
del océano.
El mar escupió el pequeño navío con sus tripulantes en costa arenosa y
salada, salpicada por piedras puntiagudas y una muralla de corales afilados que
rodeaban la pequeña isla. Los hombres corrieron a través de la arena húmeda
hasta refugiarse en una pequeña cueva creada por una par de rocas salientes.
La tormenta menguo de apoco y la oscuridad pareció disolverse, en medio del
aire frio, la luna llena rasgaba fría la vista del mar se entregaba a la calma lentamente,
como un niño que se duerme en medio de sollozos. Los hombres, cansados y
aterrorizados por la fuerza del mar comenzaron a adormilarse conforme las
estrellas pasaban perezosas por el firmamento.
Un ruido los despertó: pequeños temblores rítmicos llenaban el suelo,
tardaron un momento en darse cuenta que eran pasos muy pesados. Fred, temeroso
sacó su angosta cabeza y su nariz chata por el borde de su refugio.
-¿Qué puedes ver? –Preguntó angustiado Arley, frotando sus manos
nerviosamente, pero al ver que Fred no contestaba tuvo que insistir -¿Y bien?
Fred se giró rápidamente y les hizo señas a sus compañeros para que
guardaran silencio, se veía pálido y con las pupilas contraídas. Chris, no pudo
soportar más la incertidumbre y se asomó lentamente como su amigo lo había
hecho minutos antes. El panorama lo dejo
sin palabras: tres gigantes de al menos tres metros se paseaban por la playa
buscando entre las rocas y revisando entre los restos de su bote. Eran negros como el
carbón y parecían tener una capa de escamas rugosas sobre sus brazos y piernas;
por otro lado el pecho y la cabeza estaban cubiertos de lo que parecía ser un
grueso pelaje negruzco. Sus brazos anormalmente largos se arrastraban a los
costados mientras unas piernas cortas y gruesas se movían rápidamente en un lo
que parecía ser el intento por mantener el equilibrio. La cabeza era similar a
la de los búhos con grandes ojos y una abertura pequeña para lo que debía ser
la boca, el gran cuerpo de las criaturas arrastraba a sus espaldas una cola
larga y pelada, como la de las ratas, terminada en un mecho rojizo de espinas.
-¿Qué vamos a hacer? –Los ojos de Chris se llenaban de lágrimas, sabía que
era cuestión de tiempo para que se encontraran con esos seres.
Aunque Arley no había visto lo que se ocultaba tras las rocas, pudo deducir
por la reacción de sus compañeros que era horrible, y en un gesto mecánico empezó
a tirar de sus cabellos mientras acercaba sus rodillas a su pecho. Los
temblores se hicieron más fuertes, fue entonces que se dieron cuenta que en
realidad eran los pasos de esos seres acercándose a su escondite. Una de las manos
peludas se posó sobre la roca y dos gigantes se inclinaron para ver lo que
yacía en su interior.
-¿Qué raro? ¿Qué cosas serán? –El gigante de la izquierda miró a su
compañero, hablando en un idioma de susurros y pitidos que lastimaba el oído de
los pequeños seres calvos que habían encontrado, parecía que los diminutos
seres no podían entenderlos - ¿Alguna idea de que hacemos con ellos?
Los gigantes se irguieron nuevamente, el de la derecha levanto su mano y se
rasco la cabeza con curiosidad.
-Creo que se llaman humanos, pero no estoy seguro, se supone que nuestras
dimensiones están separadas –La criatura observó el desastre que había en la
playa mientras los humanos hablaban entre ellos en un idioma que parecía
pronunciado desde el diafragma, imposible de descifrar para ellos –Por otro
lado hubo mucha agitación anoche, tal vez fracciones de su realidad
colisionaron con la nuestra.
-¿Humanos? Nunca escuche hablar de ellos –Otro gigante se unió a la pareja,
ocluyendo la luz del sol que llegaba a la pequeña cueva. – ¿Tu sabes algo
Hilgair?
-Se supone que hace mucho tiempo los humanos y los Ezhra comerciaban hace
mucho tiempo, pero ellos se volvieron muy agresivos y desarrollaron armas que suponían
un peligro para nosotros, así que nos separamos –explicó Hilgair mientras arrancaba
el trozo de piedra que hacía de techo para los humanos, que se reunieron aún más
de inmediato, para él no se veían peligrosos, sólo pequeños y asustados. –Pero si
lo que me preguntas es lo que deberíamos hacer con ellos, no tengo ni la más mínima
idea, Felten.
-Pues para mí es muy fácil, si son peligrosos hay que aplastarlos –Felten hizo
un gesto con el cual golpeaba su palma contra su puño, produciendo un chasquido
agudo que hizo que el grupo de hombres de sobresaltara.
-Yo no creo que sean peligrosos –Grown, el gigante que había guardado silencio
se agachó para verlos mejor, los humanos le parecieron fríos, húmedos y
pegajosos –Sólo creo que son desagradables, no creo que haya que matarlos.
-Bien, ¿entonces que propones? –Felten no pudo ocultar su cara de desilusión.
Grown tomó a Fred por una pierna y lo levantó de cabeza hasta que sus
miradas se encontraron, en un gesto repentino se dio la vuelta y lo arrojó lo más
fuerte que pudo mar a dentro. Otro de los humanos gritó algo incomprensible,
como si quisiera ir por su compañero, pero el otro humano se lo impidió tomándole
del brazo.
-Sólo regresémoslos a donde vinieron –Dijo Grown observando la figura del
hombre agitándose en medio del océano, era apenas un punto en el horizonte, a
casi ochocientos metros de la playa.
-Suena bien –Hilgair levantó los hombros con indiferencia mientras tomaba a
Chris por la cabeza.
-Te apuesto a que puedo lanzar el mio mas lejos –Lo retó Felten tomando a
Arley de un brazo.
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