domingo, 18 de enero de 2015

Día 348: Droga.



Con las pupilas en cabeza de alfiler, los labios resecos, las mejillas al rojo vivo, un sudor frio que le humedecía el cabello; las venas del cuello claramente visibles desde el exterior, el corazón vibrando justo bajo la piel. El estómago relleno de capullos a medio eclosionar, las rodillas temblorosas y las manos frías era muy evidente que estaba drogado más allá del límite humano; al borde del colapso, entre lo tangible y lo inverosímil. Su madre siempre le había dicho que no aceptara cosas de extraños, pero así era el amor: imprevisto, contundente, adictivo; como toda buena droga. 

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