lunes, 19 de enero de 2015

Día 349: Aparición.


La fiebre subía lentamente, quemándole los ojos, secándole la lengua y haciendo de su nariz una diminuta chimenea que expulsaba calor diecisiete veces por minuto. A pesar de eso, largos y filosos escalofríos recorrían su espalda, aprisionándolo en una posición fetal en la cual el frio y el calor chocaban caóticamente.
Envuelto en un capullo de cobijas, tiritaba en medio del sudor pegajoso y las sabanas, asomo sus irritados ojos en busca de contacto humano; pero la casa seguía en soledad o al menos eso parecía. Una figura vestida de blanco lo observaba desde el otro lado del pasillo, a unos diez metros de distancia. Era alta, su cabeza casi tocaba el techo, con una cabeza como de caballo o ciervo, no estaba del todo seguro, pero sí podía distinguir su cráneo pelado y sus cuencas vacías mirando el espacio. Estaba cubierto por una manta blanca, que ocultaba todo el cuerpo, a medida que parpadeaba la aparición se acercaba lentamente, de manera silenciosa mientras la túnica se movía en pequeñas oleadas creando extrañas ondas que jugueteaban con su contorno, desapareciendo entre luces y sombras.
No estaba asustado, pues el miedo se había fundido en medio de la fiebre hasta convertirse en una figura pastosa desparramado en la cama junto a él. Volvió a cubrirse la cabeza, pero podía ver a través de la sabana como aquel extraño ser se acercaba en medio de la noche. Su figura pareció relucir en el oscuro cuarto, una neblina fresca brotó desde debajo del manto e inundó el cuarto con un olor a carmín. Contuvo la respiración mientras la aparición flotaba junto a la cama, esperando sentir sus garras frías en cualquier momento, pero el ente pasó a su lado sin hacerle caso y atravesó el cuarto en completo silencio.

Esa noche la fiebre terminó de bajar, expulsada completamente de su cuerpo, contenida en gruesas gotas que acariciaban su cuerpo para fundirse con la sabana. A la mañana siguiente, sintiéndose mucho mejor, bajó a desayunar, pero en lugar de encontrar la mesa puesta vio a su madre llorando en la mesa: el abuelo había muerto durante la noche.

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