Al terminar la larga relación creyó que lo más difícil eran los primeros
días, cuando el recuerdo de ella llenaba sus albumen, sus conversaciones
familiares y con los amigos. Cuando se vio obligado a cambiar la rutina de
agradables viajes y tarde en compañía a películas en soledad y libros de
misterio.
Incluso se inscribió en clases de pintura y en el gimnasio, cambio su
celular y se hizo un nuevo corte de cabello. De apoco recobró el curso de su
vida, creyó que era posible seguir adelante, hasta el último viernes de junio,
en una discoteca; donde le pareció ver como aquella chica que aun amaba se iba
a casa con otro sujeto. Los siguió desde la distancia y al ver como subían a un
taxi pudo advertir que se había confundido: no era ella.
Entonces una duda empezó a acosarlo, ¿Qué haría el día que la viera de
nuevo? Especialmente si estaba con otra pareja, no podía negar que se sentiría
celoso, ¿Y ella? ¿Qué pensaría ella? La idea le daba vueltas en la cabeza, no
lo dejaba dormir e incluso le quitaba el apetito. La respuesta le llego el
primer miércoles de agosto, cuando subió al autobús camino a su casa y se
encontró de frente con ella, que regresaba a la biblioteca. Sus miradas se encontraron
menos de un segundo pero fue suficiente para desgarrarlo: no había nada en su
mirada, ni odio, ni nostalgia, ni cariño; sólo fría indiferencia y eso le dolió
más que cualquier otra escena que hubiese podido imaginar. Ahora él no existía
para ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario