La semana de vacaciones estaba próxima a terminar, aún tenía el fin de
semana para arreglar la casa e irónicamente, descansar de las vacaciones. Amaba
viajar pero siempre terminaba más cansado de lo que había iniciado; Mike sólo
estaría en el pueblito costero hasta el viernes al medio día, aun podía disfrutar
esta noche y todo el día de mañana.
Ya había ido de compras, llevaba un par de licores para los amigos, algunos
dulces típicos para los compañeros de trabajo, una camiseta para su hermano y
unas cuantas pulseras para su madre y su novia. Ya conocía los museos locales y
los pueblos vecinos, mañana era el día en el que al fin podría ir al mar a
nadar un rato. Esa noche paseo por la orilla, con actitud expectante, el mar
era el verdadero motivo por el que había venido; pero temía disfrutarlo tanto
que decidió hacer primero todas esas cosas que hacen por protocolo al ir a un
nueva ciudad, ahora por fin era tiempo del disfrute.
Mike se imaginó buceando entre peces de colores, arrecifes florecidos como
mosaicos en relieves, saltando las olas, atravesando la arena húmeda, la sal
cortando sus labios, el ardor de los ojos, el olor marinado de su piel al sol y
el calor que desprendería su cuerpo en la noche. Siguió caminando y sin darse cuenta llegó a un pequeño muelle,
donde unos diez botes se mecían al ritmo de la marea elevada por la luna.
Un extraño ruido cortó el hilo de sus pensamientos, al principio creyó que era
solo el ruido del agua al chocar contra los barcos, pero pronto sus ojos
divisaron una gran masa negra y lustrosa que se movía justo bajo la superficie
del mar. “Qué raro” Pensó “Que yo sepa no hay ballenas en estas costas” Se detuvo a observar mejor, tal vez el animal
estuviera perdido. La figura nado silenciosa hasta el bote mas apartado, apenas
a unos veinte metros de donde Mike observaba, enfocó sus ojos lo mejor que pudo
pues creyó haber visto mal, pero no: lo que parecía ser la cabeza de un
cocodrilo emergió lentamente hacia la superficie.
El animal debía medir unos quince metros, o tal vez ya que su figura se perdía
entre el oleaje que rodeaba su voluminoso cuerpo. La bestia abrió sus mandíbulas
y las enterró en el costado del barco, un ruido crujiente llenó el aire
mientras el agua se agitaba y salpicaba. El monstruo movió la cabeza sacudiéndola
a ambos lados y arrancando una porción del bote antes de regresar a las
profundidades, el barco se tambaleó dejando que el agua salada inundara su
herida antes de volcarse y seguir al animal hacia las entrañas del océano.
Un grupo de personas salieron rápidamente de sus casas para apreciar como
el barco terminaba de hundirse. “Maldita sea” Dijo un hombre con bigote que
sostenía un arma “Esa cosa volvió”
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