martes, 13 de enero de 2015

Día 343: Muelle.


La semana de vacaciones estaba próxima a terminar, aún tenía el fin de semana para arreglar la casa e irónicamente, descansar de las vacaciones. Amaba viajar pero siempre terminaba más cansado de lo que había iniciado; Mike sólo estaría en el pueblito costero hasta el viernes al medio día, aun podía disfrutar esta noche y todo el día de mañana.
Ya había ido de compras, llevaba un par de licores para los amigos, algunos dulces típicos para los compañeros de trabajo, una camiseta para su hermano y unas cuantas pulseras para su madre y su novia. Ya conocía los museos locales y los pueblos vecinos, mañana era el día en el que al fin podría ir al mar a nadar un rato. Esa noche paseo por la orilla, con actitud expectante, el mar era el verdadero motivo por el que había venido; pero temía disfrutarlo tanto que decidió hacer primero todas esas cosas que hacen por protocolo al ir a un nueva ciudad, ahora por fin era tiempo del disfrute.
Mike se imaginó buceando entre peces de colores, arrecifes florecidos como mosaicos en relieves, saltando las olas, atravesando la arena húmeda, la sal cortando sus labios, el ardor de los ojos, el olor marinado de su piel al sol y el calor que desprendería su cuerpo en la noche. Siguió caminando  y sin darse cuenta llegó a un pequeño muelle, donde unos diez botes se mecían al ritmo de la marea elevada por la luna.
Un extraño ruido cortó el hilo de sus pensamientos, al principio creyó que era solo el ruido del agua al chocar contra los barcos, pero pronto sus ojos divisaron una gran masa negra y lustrosa que se movía justo bajo la superficie del mar. “Qué raro” Pensó “Que yo sepa no hay ballenas en estas costas”  Se detuvo a observar mejor, tal vez el animal estuviera perdido. La figura nado silenciosa hasta el bote mas apartado, apenas a unos veinte metros de donde Mike observaba, enfocó sus ojos lo mejor que pudo pues creyó haber visto mal, pero no: lo que parecía ser la cabeza de un cocodrilo emergió lentamente hacia la superficie.
El animal debía medir unos quince metros, o tal vez ya que su figura se perdía entre el oleaje que rodeaba su voluminoso cuerpo. La bestia abrió sus mandíbulas y las enterró en el costado del barco, un ruido crujiente llenó el aire mientras el agua se agitaba y salpicaba. El monstruo movió la cabeza sacudiéndola a ambos lados y arrancando una porción del bote antes de regresar a las profundidades, el barco se tambaleó dejando que el agua salada inundara su herida antes de volcarse y seguir al animal hacia las entrañas del océano.

Un grupo de personas salieron rápidamente de sus casas para apreciar como el barco terminaba de hundirse. “Maldita sea” Dijo un hombre con bigote que sostenía un arma “Esa cosa volvió”  

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