viernes, 30 de enero de 2015

Día 360: Escape.


-Claro que no –El plan estúpido y era muy probable que todo fallara, quería salir de allí, pero quería hacerlo vivo.
-Pues mala suerte, porque es ahora o nunca –La voz se alejó un poco y se escucharon dos leves golpes a la puerta de metal –Si vienen mañana y se dan cuenta que sigues vivo te van a sacar de aquí y a encargase ellos de mismo.
Johan se arrastró por la oscuridad hasta dar con la puerta, sus manos seguían agarrotadas y adormecidas, inmóviles en sus prisiones de hierro, pero pudo usar sus pulgares para dibujar en un sector lleno de tierra. No le gustaba trazar sus sellos en materiales tan volátiles, pero no tenía más opción: Dibujó tres espirales concéntricas, con algunas palabras en símbolos que ya nadie podía pronunciar, antes de terminar el trazado levanto su cabeza buscando los ojos de su compañero.
-Una vez que termine el símbolo, toda la magia se desactivara por sólo diez segundos –El brillo de los ojos tomó un tono de confusión –Ya que toda la energía mágica se retira, este sello también se anula a sí mismo, y los otros se reactivan.
Sintió como su compañero se movía en la oscuridad, tal vez buscando una mejor posición para derribar la puerta, al mismo tiempo una gran masa se posicionaba sobre su espalda ¿tal vez una de sus manos para tomarlo en cuanto pudieran correr? Una duda travesó su mente: nada le impedía al otro sujeto correr por su cuenta y dejarlo allí, con todo el alboroto armado; tendría que confiar en él.
-Por cierto, soy Johan, un placer escapar contigo –Tenía la esperanza que al conocer su nombre no lo dejara atrás.
-Déniz, el placer es todo mío –La voz se escuchaba al borde de la excitación. –Algo más que debería decirte, en cuanto todo se apague, tus heridas dolerán como el infierno.
Terminó el sello, un pequeño resplandor brotó de la tierra, lastimando sus ojos de inmediato: había pasado mucho tiempo en la oscuridad. Ahora estaba ciego y dependía de los esfuerzos de su compañero. Los eventos ocurrieron tan rápidamente que nunca pudo estar seguro de cómo habían sucedido en realidad, así que tuvo que confiar en lo que Déniz le contó algún tiempo después.
En cuanto los sellos exteriores se apagaron, Déniz derribó la puerta, ahora era sólo una lata de metal sin mayores propiedades; los guardas de afuera no esperaban un escape y no pudieron tomar sus armas a tiempo; mientras otros prisioneros rompían sus propias jaulas, un gran número de hombres se organizó para sacar a la reina del lugar. Los pasillos se atiborraron de criaturas que arrancaban la cabeza de todos los seres que se les cruzaban por el frente, creando un caos que los caballeros no podían contener. Déniz tomó un gran centauro que se alzaba violento pisoteando a todos a su alrededor, degollándolo con sus manos y usando su voluminoso cuerpo como proyectil, logrando así destruir el muro que daba así el jardín del cual se colaba el agua a la celda donde habían estado confinados.
Muchos se quedaron a luchar, tenían la esperanza de acabar con la reina que los había encerrado en la oscuridad, pero el olfato de Déniz le decía que hace mucho que se habían marchado: quedarse era inútil. Cuando la vista de Johan se entró con la espalda pálida y voluminosa de su compañero, quien lo cargaba como a un saco de patatas, sus ojos aun sensibles distinguían los contornos de algunos árboles y rocas, el sonido de un arroyo cercano resonaba bajo los pasos de Déniz y el calor del sol azotaba su piel magullada.
-¿A dónde vamos ahora? –Tal y como Déniz le había dicho, el dolor de sus heridas se había incrementado, como si estuvieran rellenas de sal.
-A Sicilé, allí trataran tus heridas sin temor a que los guardas de la reina vallan a buscarte, pero te recomiendo que no te quedes más de tres días –Su voz se escuchaba tranquila, Johan quería ver con quien había emprendido tal viaje, pero su dolor y la posición en la que Déniz lo mantenía le evitaban volverse para verlo bien.
-¿Cómo que me recomiendas? ¿Acaso no vendrás conmigo? –Johan se mareaba de nuevo, como al entrar en la celda, se sentía frio y el cuerpo de Déniz lo cocinaba lentamente al sol.
-Quedarnos juntos es peligroso, te dejaré allí y seguiré con mis asuntos –Giró en seco en un gran árbol seco y entraron en un camino rural, era cuestión de tiempo para encontrarse con algún transeúnte.
-Pero…Déniz –No quería que lo dejara solo. Aún tenía muchas preguntas para él: ¿De dónde conocía a su maestro? ¿Por qué estaba es aquella celda? ¿Qué poderes usó para sacarlo de allí? Quería preguntarle sobre sus ojos brillantes. Quería hacer muchas cosas pero se deslizaba lejos del mundo consiente con increíble rapidez.

-Déniz no es mi nombre –Fue lo último que alcanzó a escuchar antes de caer inconsciente. 

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