El ruido del latir del corazón y la
respiración entre cortada eran los únicos sonidos que tenían lugar en su
cabeza. Tenía el pantalón roto y le sangraba la rodilla derecha de una manera
escandalosa; pero tenía demasiado miedo como para sentir el dolor. El edificio
era una complicada revoltura de pasillos colapsados, habitaciones a medio
derribar, puertas soldadas al marco y ventanas rotas, afuera el sol resplandecía
con brutalidad en un cielo despejado: era el día perfecto para estar en la
playa.
Había bajado al menos tres pisos por
las escaleras llenas de obstáculos mientras el grupo de hombres que lo
perseguían disparaban balas de caucho en su dirección. “Si puedes salir del
edificio, eres libre. Si te atrapamos primero…” El anciano de barba caótica
había dicho mientras señalaba un arma en el rincón y luego dos hombres le
dieron un minuto de ventaja antes de empezar a correr. Estaba casi seguro que
lo habían drogado ¿en el bar? Quizás, no recordaba mucho de la noche anterior.
Bajó los escalones de dos en dos, había considerado arrojarse por una ventana
pero aun estaba demasiado alto, en un piso 15 o más alto. Corría desesperadamente
mientras los proyectiles parecían acercarse más y más a su cuerpo.
Estaba bañado por un sudor frio
mientras las risas e instrucciones de sus cazadores se hacían cercanas. Saltó
los últimos tres escalones hasta caer al descanso y se introdujo en una
habitación que en alguna época debió haber sido una oficina ya que tenía
muebles y escritorios rotos desparramados por todo el espacio. Corrió un gran
archivador bloqueando la puerta, la habitación no tenía mas salidas, excepto
por una pequeña ventana ubicada en lo alto del muro, era obvio que su cuerpo no
cabía por allí. Tenía la esperanza que se los tipos se fueran, tal vez pensando
que había logrado escapar y de esa manera él pudiera salir en un rato.
Un olor acido empezó a saturar el
aire, el gas que inundaba la habitación le quemaba la piel y la garganta. Un violento
ataque de tos le llegó mientras se esforzaba por divisar la fuente: un humo
verdoso emergía desde el conducto del aire acondicionado, era obvio que
intentaban envenenarlo. O tal vez volverlo a drogar. En medio de la tos, empezó
a salir sangre y la vista empezó a nublársele; la pequeña ventana pegada al
techo no era suficiente para evacuar todo el veneno.
Utilizó todas sus fuerzas para mover
el archivador, pero este parecía haberse puesto diez veces mas pesado: apenas y
se mecía bajo sus intentos desesperados de escapar. Afuera los hombres observaban
la vibración del obstáculo que se interponía entre ellos y su presa.
-Tranquilos muchachos, lo mejor de
la cacería –Dijo el mas viejo mientras cargaba su arma y apuntaba al agujero de
la puerta que cualquier momento se abriría –Es cuando la presa corre hacía al
cazador.
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