miércoles, 15 de octubre de 2014

Día 254: Príncipe.

La densa enredadera que rodeaba la casa era un muro palpitante y verde que se extendía lentamente apoyada en los dos cadáveres de viejos pinos que se extendían hacía el cielo oscuro. La madera del pórtico estaba carcomida por las terminas y amenazaba con venirse abajo con la caída de una hoja.
La gruesa espada rompía la red viva que emanaba una gruesa sábila verde con cada corte, un olor acido se hacía presente e inundaba el aire con cada golpe. Avanzar un metro le tomó casi dos horas, pero cuando el príncipe al fin estuvo dentro, con los últimos rayos del sol, pudo ver el cuerpo recostado en la mesa, cubierto con una manta polvorienta.
Descubrió el cuerpo con un ágil movimiento: la bruja estaba gris, con el cabello reseco y la boca resquebrajada. Parecía un cumulo de polvo a punto de volar con el viento. El príncipe levantó su espada; que la bruja durmiera no era suficiente, la necesitaba muerta.

En cuanto se disponía a bajar su espada, las enredaderas lo alcanzaron por los pies, arrastrándolo rápidamente hacia sus intricadas y densas espinas, donde reposaban los cuerpos inertes de otros príncipes y caballeros que habían venido a matar a la bruja. La anciana dio un largo respiro lleno de polvo y se levantó de un salto mientras carcajeaba hacia el horizonte, esta era una buena estrategia para terminar con sus enemigos.

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