Me llevo unos minutos abrir los
ojos, sencillamente la idea de alejarme de mi oscuridad interior me
entristecía. Me estiro unos minutos en mi cama, como si necesitara confirmar
que había despertado completo. El leve ronroneo de la lluvia sobre mí tejado me
animo a abrir los ojos, el clima había amanecido perfecto: oscuro y lluvioso,
no a cantaros, solo una leve llovizna. Recordé el día: era sábado y no tendría
que ir a sentarme en una silla incomoda las próximas 8 horas, el destino me
sonreía, al menos hoy lo hacía.
Pero la suerte no duraría para
siempre: llego la hora del desayuno. No soy precisamente una persona talentosa
pero si hay algo en lo que seguramente no tengo habilidades es en la cocina.
Nuevamente la suerte me sonreía, no había huevos ni ninguna otra cosa, solo
cereal, la única cosa en toda la cocina que no tenía riesgo de arder bajo mis
torpes manos.
Me bañe, me vestí y salí a caminar
bajo la lluvia, un placer que rara vez podía permitirme. Tal y como me lo
esperaba las calles estaban vacías mientras el continuo roció acariciaba mi
rostro. Continúe mi camino calle abajo hasta dar con una pequeña colina en la
cual me recosté. Las horas pasaban, la lluvia no daba tregua y el placer que
llenaba mis venas vacías era embriagante, me hallaba al borde de un éxtasis
espiritual cuando un papel me golpe la cara sacándome de mi pequeño paraíso íntimo.
Examine con cuidado el papel que
habría de poner fin a mi goce. Era un billete, no me intereso su denominación
puesta hasta donde soy testigo la raíz de todo mal es el dinero y puedo
asegurar que esta vez tampoco era la excepción; una mujer cruzó corriendo la
calle como si la lluvia pudiese disolver su cuerpo, la figura temblorosa busco
el dinero atrapado entre mis garras húmedas.
La tragedia estallo tan rápido como
el relámpago que detono de tras de mí: la sorpresa se dibujo en el rostro de la
extraña al ver mi rostro y pronuncio las palabras que hicieron que mi alma se
encogiera, mis venas se vaciaran y mis ojos se inundaran –“¿Que no es usted el
exiliado?” -Una expresión de asco lleno su rostro antes de alejarse corriendo
con el billete en la mano.
Después de eso, me senté en un rato
en el lodo; la lluvia no podía lavarme. Me levante de manera brusca y corrí de
regreso a casa, era cuestión de tiempo para que los guardias supieran que me había
escapado y vinieran a buscarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario