lunes, 13 de octubre de 2014

Día 252: Exiliado.




Me llevo unos minutos abrir los ojos, sencillamente la idea de alejarme de mi oscuridad interior me entristecía. Me estiro unos minutos en mi cama, como si necesitara confirmar que había despertado completo. El leve ronroneo de la lluvia sobre mí tejado me animo a abrir los ojos, el clima había amanecido perfecto: oscuro y lluvioso, no a cantaros, solo una leve llovizna. Recordé el día: era sábado y no tendría que ir a sentarme en una silla incomoda las próximas 8 horas, el destino me sonreía, al menos hoy lo hacía.
Pero la suerte no duraría para siempre: llego la hora del desayuno. No soy precisamente una persona talentosa pero si hay algo en lo que seguramente no tengo habilidades es en la cocina. Nuevamente la suerte me sonreía, no había huevos ni ninguna otra cosa, solo cereal, la única cosa en toda la cocina que no tenía riesgo de arder bajo mis torpes manos.
Me bañe, me vestí y salí a caminar bajo la lluvia, un placer que rara vez podía permitirme. Tal y como me lo esperaba las calles estaban vacías mientras el continuo roció acariciaba mi rostro. Continúe mi camino calle abajo hasta dar con una pequeña colina en la cual me recosté. Las horas pasaban, la lluvia no daba tregua y el placer que llenaba mis venas vacías era embriagante, me hallaba al borde de un éxtasis espiritual cuando un papel me golpe la cara sacándome de mi pequeño paraíso íntimo.
Examine con cuidado el papel que habría de poner fin a mi goce. Era un billete, no me intereso su denominación puesta hasta donde soy testigo la raíz de todo mal es el dinero y puedo asegurar que esta vez tampoco era la excepción; una mujer cruzó corriendo la calle como si la lluvia pudiese disolver su cuerpo, la figura temblorosa busco el dinero atrapado entre mis garras húmedas.
La tragedia estallo tan rápido como el relámpago que detono de tras de mí: la sorpresa se dibujo en el rostro de la extraña al ver mi rostro y pronuncio las palabras que hicieron que mi alma se encogiera, mis venas se vaciaran y mis ojos se inundaran –“¿Que no es usted el exiliado?” -Una expresión de asco lleno su rostro antes de alejarse corriendo con el billete en la mano.
Después de eso, me senté en un rato en el lodo; la lluvia no podía lavarme. Me levante de manera brusca y corrí de regreso a casa, era cuestión de tiempo para que los guardias supieran que me había escapado y vinieran a buscarme.

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