viernes, 24 de octubre de 2014

Día 263: Caballo

Ir a cazar no había sido una buena idea, no sólo no había encontrado ninguna presa digna, sino que también se había perdido entre el espeso paraje. El sol bajaba por el borde de la montaña alargando las sombras del bosque  como largas cuerdas que lo apresaban en la densidad del lugar.
A pesar que aun no era de noche, todo estaba bastante oscuro, sólo el cielo carmesí y violáceo lo acompañaban. Esa noche no había cigarras, ni ranas cantarinas, sólo algunas ramas que parecían que romperse espontáneamente agregando una tensión palpable al aire frio del monte.
Una extraña sensación lo recorría, era la idea que alguien lo observaba, ese instinto visceral que nos indica que estamos a punto de ser la comida de alguien o de algo. Aprovechando la ultima luz del día determinó el Norte y se dirigió hacia ese camino, recordaba vagamente que había un rio y un largo puente de madera que conducía al pueblo; pero con la oscuridad muchas cosas parecían haber cambiado de lugar y de forma, transportándolo a un bosque totalmente diferente al cual había entrado.
Una pequeña noche emergía desde el suelo del bosque a medida que la luz del sol se retraía hacía su fuente, y con la oscuridad una neblina fría y húmeda se elevaba silenciosa. Pronto el ruido del agua corriente le dijo que estaba en la dirección correcta, pero ahora no podía saber si el puente estaría rio  arriba o no. El agua era una vena plateada que rasgaba la tierra desprolijamente con algunas rocas sobresalientes en medio del flujo.
Un ruido empezó a subir desde el bosque, de manera rítmica, produciendo un pequeño temblor en la tierra. Marco se giró para ver lo que producía tal movimiento: de entre la espesa neblina surgió un caballo negro con ojos rojos y la crin de fuego, relinchando en un tono agudo y potente. Marco apuntó su arma al animal enfurecido, pero en cuanto la bala tocó la frente del caballo, este se difuminó en un espeso humo negro con los ojos rojos aun flotando.
Marco empezó a correr paralelo al rio con la esperanza de ver el puente erguirse en cualquier momento en el horizonte, pero este no aparecía pese a las desesperadas suplicas silenciosas de Marco. Los pasos del caballo se acercaban furiosos, el resoplar del animal empezaba a escucharse y el calor de su crin alcanzaba el cuello de Marco como un rayo de sol matutino que subía su intensidad de apoco.
Viéndose atrapado, Marco se arrojó al agua fría con desesperación, a pesar que el rio no era muy profundo o turbulento, el pánico que lo apresaba lo hundía como una roca en medio la corriente, su cabeza se asomaba por breves instantes a la superficie permitiéndole peñas dosis de aire frio y agua que le ardía al interior de la nariz. Tras un minuto infernal logro sacar su cuerpo repentinamente pesado del agua.

La bestia en la otra orilla empezaba a agitarse cada vez más, levantando sus aptas y lanzando coces al aire en vano antes de empezar a disolverse en el aire. Marco continuó corriendo en la otra orilla, alejándose cada vez más y más del pueblo sin darse cuenta. Mientras un humo negro emergía lentamente a sus espaldas. 

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