(Capacidad que tienen algunas formas
de vida evolucionada, que les permite caminar en sus miembros traseros a
diferencia de los cuadrúpedos)
“El perro del vecino duerme bajo un
gran árbol, cuando lo veas llámame, eso quiere decir que estas cerca de mi casa
y yo saldré a buscarte” Fernando recordaba las palabras de su tía mientras
recorría la calle buscando una casa con un gran antejardín y un árbol, a dos
cuadras de la parada del autobús. Nadie había podido salir a buscarlo: su tía
estaba enferma, su tío estaba de viaje y su primo seguía en la universidad.
Solía pasar largos veranos jugando con
su primo en el parque y en la piscina local; su tía lo había albergado como un
hijo más y en varios sentidos Fernando era lo que era por la influencia de
aquella adorable dama. Cuando se mudaron, una profunda tristeza embargó a
Fernando y a pesar que solía llamarlos ya nada era lo mismo. Así que cuando su tía
Rosa enfermó y nadie estuvo disponible para cuidar de ella, Fernando se ofreció
con gusto.
Él esperaba verla de pie en la
puerta, pero una ola de calor había generado un gran apagón, convirtiendo las
calles en un extraño laberinto oscuro. Ella se escuchaba preocupada al no poder salir a su encuentro, pero Fernando le repitió
en varias ocasiones que llegaría sin que ella tuviera que levantarse de la
cama, aun así ella insistió en esperarlo con una luz en la ventana.
Después de lo que pareció ser una eternidad andando por la oscuridad la
figura de un gran pino rasgó el cielo purpura desfigurando su raíces entre las
sobras que proyectaban las casas. Tal y como su tía había dicho, un gran perro
dormía bajo el árbol: se podía escuchar su respiración gruesa y profunda. El
animal levantó su cabeza dejando sus ojos centelleando como pequeños luceros.
Fernando cruzó por la acera de
enfrente, sorprendido por la gran magnitud del animal; un pequeño escalofrío lo
recorrió al pensar que talvez el perro correría a morderlo confundiéndolo con
un extraño. A pesar de su miedo, el animal se limitó a observarlo con curiosidad
contagiosa, a tal punto que Fernando se detuvo frente al animal para poder
hacer la llamada a su tía.
El teléfono sólo replico una vez y
su tía contestó aliviada desde el otro lado de la línea, casi de manera
inmediata, una luz tenue salió desde una ventana, en la casa de la esquina.
Fernando preguntó si había sido ella y se dirigió a la casa. En una experiencia
que nunca pudo determinar si fue sugestionada por el gran tamaño del animal o
si en verdad pasó: Por el rabillo del ojo le pareció ver como el animal se
ponía de pie en sus cuartos traseros e ingresaba a la casa tras el gran pino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario