El tercer domingo de julio era el
día en el que por fin se abriría de tumba de Don Emiliano Zuleta, un rico
hacendando fundador de la pequeña ranchería; cuya gran fortuna no le había
podido comprar ni un segundo mas de vida. A pesar de ser dueño de mas de 300
hectáreas fértiles, unas 2000 cabezas de ganado y poseer 30% de los vienes
raíces arrendados del lugar, Emiliano Zuleta fue enterrado como todos los demás
mortales en el pueblo: en un agujero en la tierra, dentro de un ataúd de
regular calidad con una lapida que la hierba cubrió rápidamente tras ser
instalada.
Lo llamativo de Emiliano no era su
gran fortuna ni el breve periodo de
tiempo que le había tomado formarla, era su salud inquebrantable y las extrañas
circunstancias de su deceso. Emiliano había llegado de la nada, como una
neblina que bajaba de las montañas, formó la ranchería en menos de dos meses
atrayendo a algunas personas –trabajadores suyos principalmente –y estas eran
seguidas por comerciantes y vendedores que lo veían como un área prospera para
los negocios. Calcular su edad era difícil, pues sólo tenía algunas líneas de expresión
alrededor de los ojos y un cabello salpicado de canas ocasionales. El motivo
por el cual su muerte fue tan escandalosa se debe a que fue encontrado desnudo sentado en su sala con el periódico
del día anterior en sus manos.
La tradición decía que los fallecidos
se enterraban durante tres años, y luego eran sacados para su cremación; de esa
manera el cementerio podía mantener espacios siempre disponibles para los nuevos
usuarios. Muchos de los presentes iban a ver el estado del cuerpo ya que
suponían alguna clase de brujería negra o pactos con criaturas de la oscuridad,
otros tantos iban a ver con la esperanza de ver en su cuerpo reseco alguna
señal –como un numero de lotería –que les diera una riqueza similar a la que
alguna vez poseyera Emiliano Zuleta en vida.
La tierra de la tumba estaba
compacta, y tardaron más de lo común en hallar el viejo ataúd a medio
descomponer. Para sorpresa de los testigos, no estaba el típico olor vinagre de
la carne a medio descomponer; pero la sorpresa se transformó en pánico cuando
abrieron la tapa del ataúd y se encontraron que estaba vacío.
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