Las gotas se elevaban como si un
gran aliento místico las llevara contra gravedad, subiendo rápidamente hacia el
cielo, deslizándose por vías delgadas, imperceptible a los ojos humanos. El
cuadro, por demás extraño se repetía frente a sus ojos de manera cíclica e
incesante.
Le tomo unos segundos darse cuenta
que era la lluvia deslizándose por una ventana: Estaba colgado de cabeza, ahora
que empezaba a despertar podía sentir la cuerda apretando sus piernas y cruzando
por sus muslos, atándose en algún lugar de la espalda. Las manos estaban
inmovilizadas con algún material similar a la cinta, pero más gruesa. Giraba
lentamente, como un péndulo movido por el viento, la nueva posición no lo
dejaba respirar bien: la sangre se agolpaba en su cabeza y las entrañas le
reposaban en el fondo del pecho restringiendo la expansión de sus pulmones.
No podía recordar cómo había
terminado allí, sabía que tenía que ver algo con el ejército y un capitán furioso.
Un fuerte dolor le recorrió el cuello como una corbata hirviente, rápidamente la
ventana por la cual la lluvia se deslizaba se cubrió con una serie de gotas de
sangre.
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