sábado, 18 de octubre de 2014

Día 257: Foto.


Estaba cansada por el viaje, doce horas en un autobús con el baño descompuesto la habían agotado. En la agencia le recomendaron no viajar durante el día pero había leído muchas historias sobre cosas aterradoras y espantos que hacían de las suyas en las carreteras oscuras.
La habitación de hotel no estaba mal: una cama sencilla con las sabanas limpias y frías –Parecían algo húmedas – un viejo televisor que sintonizaba 15 canales, un baño con agua caliente y toallas gruesas en el armario. Esa noche no quería salir a conocer la ciudad, ni siquiera quería ver la televisión, sólo puso la ropa en el armario, se cambió a una pijama limpia y se recostó en el suave colchón sin quitar el cubrecama.
Se quedó dormida casi al instante, el sonido de los televisores de otras habitaciones llenaba el pasillo, afuera había una lluvia delgada, era sólo trazas de humedad en el aire. El haz de luz de una farola entraba por la ventana del baño alargando las sobras de los muebles hasta hacerlos largos filamentos negro que bañaban la habitación.
Un ruido la despertó, un pequeño “clik”. Examinó el cuarto lleno de sombras: bultos que reposaban en la oscuridad, inertes. La puerta del armario a medio abrir, su bolso en el suelo como un perro viejo y su abrigo colgando de la manija de la puerta. Se acomodó ahora dentro de la cobija, el frio de la noche le había calado hasta los huesos.

Estaba a punto de quedarse dormida cuando un fogonazo incandescente llenó la habitación disolviendo las sombras. Abrió sus ojos de inmediato: le habían tomado una foto desde el interior del armario. 

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