El zumbido de los motores disminuía
a medida que el avión se estacionaba en la pista de aterrizaje. Leonardo
despertó lentamente en asiento, parece que todos los pasajeros habían
abandonado el lugar, en el fondo del avión la tripulación charlaba alegremente
y recogía sus maletas para descender. Leonardo se apresuró a salir, pero estaba
atrapado por el cinturón de seguridad; sus dedos resbalaban y se ponían blancos
mientras hacía presión por liberarse de la hebilla, pero ésta no se movía.
-¡Hey, sigo adentro! –Leonardo
empezó a gritar con la esperanza de llamar la atención del personal –Mi
cinturón se descompuso ¡Hey!
El silencio llenó el avión, las luces
seguían encendidas y el aire acondicionado parecía ser más fuerte ahora. Ahora
estaba en silencio, no soplaba el viento y su respiración no parecía ser mas
que una gota en el océano; intentó, ahora con mas desesperación, desabrochar su
cinturón, pero este no se movía. “No te preocupes” –Pensaba para si –“En algún momento
verán que nadie reclama tu equipaje, o vendrá un encargado a limpiar el avión,
o a hacer mantenimiento. No estarás aquí mucho tiempo”
Los minutos pasaron hasta transformarse
en una larga hora, durante este tiempo se mordió las uñas, gritó otro poco y
trató de escabullirse sin soltar el cinturón. Pero sus esfuerzos eran en vano,
finalmente unas voces empezaron a salir de la parte trasera del avión. “Gracias
a los cielos –Pensó aliviado –por fin”
-¿Cuánto dices que pagó el
comprador? –Una voz gruesa resonó con curiosidad.
-Casi doce millones –Otra voz
masculina contestó con indiferencia –No le veo la gracia, ¿si tanto quiere un
corazón porque no lo busco en el mercado negro? Correríamos menos riesgos.
Leonardo tragó sonoramente, algo
estaba mal y una oleada pánico le enfrió los pies.
-Se supone que lo quiere fresco, y
no precisamente para un trasplante, lo necesita sin congelar –Las voces se
acercaban lentamente como si Leonardo no pudiera escucharlos.
-¿Quieres decir que el tipo es como caníbal
o algo así? –La primera voz sonaba interesada ahora.
-No sé, y francamente mientras no
pague por mi, no me interesa –Ahora la voz sonaba justo a sus espaldas.
Un par de manos se posaron sobres
sus hombres, Leonardo giró su cabeza: Dos hombres de color sostenían pistolas y
le apuntaban a la cabeza.
-Vaya vaya vaya, mira lo que atrapó la araña en su
red.
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