Félix observó el espejo vacío y empañado, había
olvidado como se veía realmente. ¿Sus ojos seguirían igual de juntos? ¿Su nariz
seguiría igual de chata? ¿Y su cabello, como estaría ahora? Se había convertido
en un completo para sí mismo, no sólo por su apariencia nueva y desconocida;
sus nuevos amigos, su nuevo estilo de vida. Lo único que lo mantenía unido a su
pasado era el nombre que cargaba y una vieja argolla que parecía delgados hilos
de oro entrelazados.
La memoria se había vuelto innecesaria, con el paso de los años escenas se repetían indefinidamente: cada idea –nueva en apariencia –era en realidad una copia de alguna otra enterrada bajo los años de la historia. La existencia se había vuelto particularmente aburrida para Félix; es cierto que tenía a su hermana Martha y su cuñado Ricardo pero la verdad es que ellos se tenían el uno al otro, Félix sólo era una sombra que arrastraban casi sin notarla. De cierta manera ahora estaba en una prisión, ya no había nada en el futuro para él. Puso su mano pálida sobre el viejo cristal, como queriendo tocar el otro lado, inexistente y solitario.
-La noche ha caído –Ricardo se asomó por la puerta, traía un leve olor a Martha, tal vez estaban recostados juntos -¿Vienes a comer con nosotros?
-No, vayan ustedes. Hoy no tengo hambre –La verdad estaba muy hambriento, podía sentir la garganta reseca. Es sólo que no estaba de humor para estar cerca de una pareja de enamorados.
Los pasos de Ricardo resonaron escalones abajo antes de desvanecerse. Félix suspiro melancólico, los últimos 12 años habían sido particularmente difíciles: ya superado el entusiasmo de la eternidad, se dio cuenta de la inmensamente vacía que era y lo mucho que extrañaba su viejo yo.
La memoria se había vuelto innecesaria, con el paso de los años escenas se repetían indefinidamente: cada idea –nueva en apariencia –era en realidad una copia de alguna otra enterrada bajo los años de la historia. La existencia se había vuelto particularmente aburrida para Félix; es cierto que tenía a su hermana Martha y su cuñado Ricardo pero la verdad es que ellos se tenían el uno al otro, Félix sólo era una sombra que arrastraban casi sin notarla. De cierta manera ahora estaba en una prisión, ya no había nada en el futuro para él. Puso su mano pálida sobre el viejo cristal, como queriendo tocar el otro lado, inexistente y solitario.
-La noche ha caído –Ricardo se asomó por la puerta, traía un leve olor a Martha, tal vez estaban recostados juntos -¿Vienes a comer con nosotros?
-No, vayan ustedes. Hoy no tengo hambre –La verdad estaba muy hambriento, podía sentir la garganta reseca. Es sólo que no estaba de humor para estar cerca de una pareja de enamorados.
Los pasos de Ricardo resonaron escalones abajo antes de desvanecerse. Félix suspiro melancólico, los últimos 12 años habían sido particularmente difíciles: ya superado el entusiasmo de la eternidad, se dio cuenta de la inmensamente vacía que era y lo mucho que extrañaba su viejo yo.
Podía sentir el latido de los corazones de toda la manzana,
pero lo desolaba el silencio de su propio pecho. El dolor lo desgarro
rápidamente en una oleada imprevista, como tratando de partirle a la mitad,
Félix levantó su puño furioso y golpeo el espejo justo en el centro, provocando
una pequeña lluvia de cristales que revotaron en su cuerpo. Estaba solo,
irremediablemente solo.
Félix recostó su espalda contra la pared y se dejó caer “Para siempre es un largo tiempo para cargar a tu peor enemigo” pensó con amargura.
Félix recostó su espalda contra la pared y se dejó caer “Para siempre es un largo tiempo para cargar a tu peor enemigo” pensó con amargura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario