El techo era sorprendentemente bajo, casi ni lo dejaba ponerse de pie, para
colmo de males el espacio estaba lleno de obstáculos voluminosos y de apariencia
borrosa que se ocultaban en un manto de oscuridad. Prendas de ropa, cajas,
algunos juguetes e incluso trozos de comida a medio descomponer llenaban el
lugar haciendo que fuese difícil moverse en ese mar de caos.
Sin embargo la respiración rítmica, rebosante de ego hacía las veces de
faro sonoro, el techo –con trozos de madera a medio roer por algunos insectos –se
había convertido en un gran amplificador, permitiéndole guiarse a pesar de lo
denso de los inconvenientes. El espacio era tibia y algo húmedo, pero al
acercarse al borde una corriente fría le corrió la piel y le reseco los ojos;
así que tomó una gran inhalación del último aire tibio y se asomó al borde.
El pequeño monstruillo asomó sus largas orejas calvas desde debajo la cama,
en cuanto supo que todo era seguro sacó su cuerpo largo cubierto de espinas del
estrecho lugar. Tal y como lo había sospechado: el pequeño dormía tranquilo…Por
ahora.
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