El espacio era muy reducido, sólo tres por tres metros, el techo era
particularmente bajo: prácticamente podía tocarlo con la punta de los dedos si
se ponía de puntillas. Aparte de él, en la pequeña habitación había una cama
con un delgado colchón que parecía relleno de paja, una manta, un asiento y un
diminuto lavabo. El cuarto era de un irritante color gris metálico, sin más
cambios de color, de la unión entre paredes y techo se extendía una delgada línea
de luz que se difuminaba en cuanto entraba en contacto con el aire de la
habitación.
Recorrió cada centímetro de las paredes con sus dedos: eran perfectamente lisas,
se sentían como un espejo empañado, no habían juntas, tornillos o uniones de
ninguna clase. Era como si toda la caja fuese una estructura única que había
crecido a su alrededor; no podía encontrar una puerta o una abertura por la
cual pudiera haber entrado. Tampoco podía determinar cuánto tiempo llevaba en
ese lugar: estaba desnudo, lo habían despojado de todas sus pertenecías; sin
luz del sol o su reloj el tiempo parecía haberse quedado por fuera de la
extraña habitación.
Un zumbido punzante se extendió rápidamente, como aire afilado que rebanaba
la paz que hasta ahora había inundado el lugar. La pared más lejana empezó a
cambiar, decolorándose hasta hacerse transparente; un grupo de pequeños seres
grises con grandes ojos negros de apariencia vacía parecían observarlo desde el otro lado del
panel. Uno de ellos –el que estaba en el centro –golpeo el muro con su dedo,
creando un ruido grave y doloroso al interior del cuarto, el sonido se hizo tan
intenso que debió cubrirse los oídos mientras observaba con terror como los
hombrecillos parecían tomar nota de este comportamiento.
Los extraños seres se reunieron un rato, formando un círculo del otro lado
del espejo: parecían discutir entre ellos, en varios momentos lo señalaban y
hacían gestos extraños, algunos amenazantes y otros totalmente desconocidos.
Finalmente todos asintieron, parecía que habían llegado a un acuerdo, uno de
ellos se alejó hasta desaparecer del campo visual mientras los otros
continuaban mirándolo de manera atenta.
Otro zumbido doloroso se hizo presente, el hombre movió la cabeza buscando
la próxima pared que se haría transparente, pero para su horror, los muros
empezaron a acercarse, el techo empezó a descender. La habitación se compactaba
a un ritmo alarmante, sin importar cuanto empujara los muros no cedían, rápidamente
empezó a comprimirse su cuerpo.
Un grito agudo llenó el complejo de pequeñas habitaciones, alertando a los
otros humanos en su interior, lentamente el ruido se convirtió en un sonido de
gorgoteo y finalizó como una esponja húmeda a la cual se le saca toda el agua.
El grupo de hombrecillos tomo nota rápidamente: “No soportan bien el cambio de
volumen”
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