sábado, 13 de diciembre de 2014

Día 312: Brazo.

Los hechos confusos se agitaban en su cabeza como olas en un mar embravecido que amenazaban con hundirle. Un penetrante olor a hierro húmedo se elevaba por el aire mientras una punzada lo atacaba desde la base del cuello hasta la mitad del abdomen, todo el lado izquierdo de su cuerpo parecía bañado en acido hirviendo que lo derretía poco a poco disolviendo su conciencia.
Una corriente de aire de frio entraba a la fuerza por su nariz, amenazando con hacer estallar su pecho su seguía oponiendo resistencia, hilos fríos ingresaban desde la periferia de su piel sumiéndolo en un estado casi glacial mientras un embotamiento nublaba sus sentidos. Lo único que permanecía a pesar del frenesí que lo rodeaba era la quemazón constante a su lado izquierdo.
No estaba seguro cuanto llevaba así, pero podía sentir  al tiempo deslizándose sobre su ser como un fluido viscoso que lo envolvía en capas y capas de aire frio. Un pitido rítmico emergió desde los confines de la oscuridad que lo rodeaba, el aire frio que entraba por su nariz perdía potencia y el ambiente a su alrededor empezó a opacarse hasta convertirse en una corriente que le hacía tiritar. Finalmente la quemazón desapareció dando lugar a un adormecimiento casi generalizado.
-¡Fausto! –Podía escuchar como alguien le gritaba cerca  la oreja. Estaba muy adormecido para saber quién lo llamaba, parecía una voz femenina al interior de una caja –Fausto despierta.
Había una nota de angustia en aquella voz, Fausto sintió que debía despertarse, salir de aquella prisión efímera en la que había. Se obligó a abrir los ojos, que parecían sellados desde interior, como si sus parpados se hubiesen fusionado a la piel de su rostro. Una luz mentolada lo llenaba todo, junto a él había un atril del cual colgaban dos bolsas casi vacías que contenían los restos de algún líquido transparente, que parecía tener aceite disuelto en su interior.
Frente a él se extendía un gran espejo, Fausto había visto esos espejos antes, se dio cuenta inmediatamente que había personas observando desde el otro lado: era un espejo de un solo lado. Estaba sólo en la habitación, la voz que había escuchado provenía de un micrófono colocado en la cabecera de su cama. “Fausto” la voz se hizo presente de nuevo, emergiendo de entre los cables y circuitos que contenía el pequeño dispositivo “Van a entrar a la habitación, no te muevas”
La frase sonaba sospechosa, se sentía como una mano que se extiende en la oscuridad. Pese a la advertencia, Fausto se puso de pie lo más rápido que su entumecido cuerpo se lo permitió, repentinamente una caricia fría calló por su muslo izquierdo haciéndole mirar de manera automática.
Para su horror, gran parte de su costado había desaparecido  y ahora era reemplazado por una plancha conformada por varias capas que se mantenían unidas con remaches que estiraba su piel como una manta fusionada. Su brazo izquierdo era ahora un pistón único a una articulación flotante que conectaba con otro juego de pistones; su mano era una gran placa de la cual emergían  grupos de circuitos enrollados para parecer dedos.
-Aún no está listo, falta activar los circuitos que transmitirán presión, temperatura y dolor–La voz resonó en la pequeña habitación –Cuando terminemos será más…anatómico por decirlo de alguna manera. Incluso tenemos un compuesto que asemeja piel, lo recubriremos con eso al terminar.

-No –Fausto estaba fascinado, el aparato producía sonidos de mecanismos similares a los relojes; algún tic tac por el codo, otro en la palma. Algunos sonidos de pistones que se deslizaban a través del aceite freso y piezas que se reacomodaban para darle movilidad –Me gusta justo como está. 

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