A mi hermano le metieron seis balas en toda su vida.
La primera fue hace doce años, cuando en medio de una protesta sindical, a un
policía se le disparó el arma “Accidentalmente” según dice el informe del
hecho. Frank pasó dos meses en el hospital y quedó con una cicatriz justo bajo
la tetilla derecha.
La segunda se la metieron durante un robo hace diez
años, el ladrón estaba tan nervioso que cuando mi hermano le pasó el reloj, el
muchacho le disparo en el pie. Después de eso Frank no pudo volver a caminar
sin arrastrar los dedos del pie.
La tercera y la cuarta le cayeron durante una visita a
su novia –ahora su viuda – hace tres años; la pareja del piso de abajo peleaba
por cuestiones de dinero y por una infidelidad que llevó a que el hombre del
casa, diera dos disparos al aire para tratar de asustar a su compañera, sin
tener en cuenta a los inquilinos de arriba. Las balas le arrancaron dos tercios
del anular izquierdo y le rasgaron la axila.
Para ese entonces Frank ya tenía ganada la fama de ser
un imán para las balas, era como si cualquier arma disparada en un radio de 50
metros apuntara hacía él. Por supuesto que esto nos aterraba, pero Frank lo
encontraba divertido –no la parte del dolor y las mutilaciones, sólo la
superstición –estaba convencido de que esto no iba a matarlo, era demasiado
predecible.
La noche de su muerte, el canal de noticias para el
que Frank trabajaba como reportero, lo envió a cubrir una revuelta en el penal
de la ciudad. Mi madre estaba preocupada por su hijo, rodeado de balas a las
que parecía atraer, yo personalmente no creía que lo fueran a matar en vivo
–después de todo, es televisión –pero si me imaginaba con que otra cicatriz iba
llegar.
El evento fue sorprendentemente agitado: cocteles
molotov volaban al interior y desde el penal, los guardas disparaban nubes de
gas pimienta y balas de caucho en un intento de contener a los presos. Y en
medio de todo estaba Frank, lucía sin miedo, como si los disparos y las
explosiones fueran parte de su vida diaria; supongo que en cierta manera lo
eran. Mi madre no se despegó un segundo
del reportaje en vivo mientras frotaba compulsivamente la imagen de mi abuelo
muerto y le susurraba que usara sus poderes otorgados durante la muerte en la
guerra para proteger a mi hermano. En cuanto el reportaje terminó, Frank nos
llamó: iba al estudio a hacer algún papeleo y regresaría a la casa para cenar,
mi madre suspiro aliviada. Nunca más lo vimos.
El auto en el que iba fue envestido por un camión que
se quedó sin frenos en una calle en bajada, el forense dijo que murió de manera
instantánea. ¿Y las otras dos balas, se estarán preguntado? Bueno, a la noche
siguiente sus compañeros del noticiero decidieron despedirse de él en vivo.
-Y de parte de todo el equipo del canal de noticias
Friskho, nuestro sentido pésame a los amigos y familiares de Frank Mann, quien
murió anoche tras recibir dos disparos camino a casa –Obviamente la reportera
se equivocó, la fama de Frank con las balas la hicieron dudar. Decidimos nunca
corregir eso, el mecanismo de la muerte de mi hermano no iba a traerlo de
regreso, además no necesitábamos buscar a ningún asesino.
Así es, la quinta y la sexta bala se las metieron en
el noticiero.
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